Estudio sobre la acción y la pasión (Libros del Macho Cabrio, 1987) de Oswaldo Chavone (Arequipa,
1953) constituye una propuesta poética que tensiona los límites entre el
lenguaje lírico y la reflexión filosófica, donde el título no solo delimita un
marco conceptual —casi científico—, sino que opera como una declaración de
intenciones: no se trata de una poesía entregada a la pura emotividad, sino de
una indagación sistemática, casi experimental, sobre las posibilidades del
acto, del gesto y del sujeto en el espacio simbólico de la palabra.
Desde
sus primeros versos, Chavone establece una relación rigurosa con el lenguaje.
Su escritura —depurada, precisa, casi quirúrgica— rechaza la ornamentación y se
instala en una economía expresiva que recuerda ciertos postulados del
objetivismo norteamericano, pero con una inflexión profundamente
latinoamericana. La puntuación —empleada con un rigor casi matemático— organiza
un ritmo contenido, medido, que impide el desborde pasional sin anular, por
ello, la intensidad afectiva que subyace. Es decir, la emoción está, pero
sometida a una geometría del pensamiento.
En
este sentido, el uso de los signos de puntuación cumple una función estructural
—más que meramente sintáctica—: la coma fragmenta el discurso para introducir
matices; el punto y coma articula unidades de pensamiento que se expanden sin
romper la coherencia; los dos puntos funcionan como umbrales que introducen
revelaciones o giros conceptuales; y el guion largo aparece, ocasionalmente, para
abrir espacios de digresión o de ironía contenida. Esta construcción meticulosa
contribuye a una atmósfera de contención reflexiva, en la que cada palabra
parece sopesada, medida, interrogada antes de ser inscrita en la página.
Por
otro lado, a propuesta poética gira en torno a un eje temático que lo atraviesa
de principio a fin: el acto. No como acontecimiento espectacular, sino como
gesto mínimo, cotidiano, incluso imperceptible. Chavone se pregunta —sin
enunciarlo directamente, pero dejando que el poema lo sugiera— qué es actuar en
un mundo saturado de discursos y simulacros. Así, la acción se convierte en un
problema ontológico: ¿es posible un acto auténtico? ¿Puede el sujeto escapar
del automatismo, del reflejo, del condicionamiento?
Esta
tensión se encarna en una poética del fragmento y del silencio: los poemas, en
su mayoría breves, no buscan clausurar el sentido, sino dejarlo abierto, como
si la acción misma no pudiera ser completamente representada. En este marco, el
poema no afirma —interroga—. Y esta interrogación no se articula desde la
retórica tradicional de la pregunta, sino desde la disposición misma del
lenguaje: cortes, repeticiones, desplazamientos semánticos, quiebres
sintácticos. Todo en Estudio sobre la acción y la pasión apunta a
desmontar la idea de que el poema es un producto acabado. Más bien, es una
operación en curso —un estudio, en efecto— sobre el modo en que la palabra se
aproxima, se aleja, roza o fracasa ante la acción.
A
diferencia de cierta poesía contemporánea que explora lo íntimo desde la
confesión directa, Chavone trabaja con una subjetividad desplazada, casi
ausente. El “yo” que aparece en estos textos no es un centro unificado, sino un
dispositivo en constante descomposición: no habla, sino que es hablado; no
decide, sino que se interroga. Esta estrategia permite que el poemario funcione
como una crítica a las formas convencionales de representación del sujeto
lírico, a la vez que introduce una ética de la incertidumbre.
La
mirada crítica —si bien no panfletaria— está presente en cada página, sobre
todo en su desconfianza hacia los grandes relatos, los automatismos de la
percepción, los discursos que organizan lo real. En este sentido, el poemario
dialoga con la filosofía contemporánea —particularmente con el pensamiento
posfundacional—, sin dejar de inscribirse en una tradición poética que, desde
César Vallejo hasta Blanca Varela, ha hecho del desajuste entre lenguaje y
mundo un territorio fértil para la exploración estética.
En
suma, Estudio sobre la acción y la pasión es un poemario exigente, de
lectura pausada y reflexión sostenida. Su propuesta estética —más cercana a la
escritura ensayística que a la lírica emocional— subvierte las expectativas del
lector contemporáneo, habituado al efectismo o la inmediatez. Chavone propone,
en cambio, una poesía que piensa, que duda, que se interrumpe; una poesía que
no busca respuestas, sino que intensifica las preguntas. En tiempos donde la
aceleración domina todos los órdenes de la vida, este libro invita —y exige—
una lectura lenta, como si cada verso fuera un acto en sí mismo: frágil,
inestable, pero decisivo.
Puntuación: Bueno
Presentación: Bueno
Género: Poesía
Leído: 22 de mayo de 2025
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