Jorge
Pimentel (Lima, 1944), figura central del movimiento Hora Zero y una de las voces más
radicales y provocadoras de la poesía peruana contemporánea, despliega En el
hocico de la niebla (Colección El Mirador, 2007) un arte poético que
desafía toda convención estética e ideológica. Este poemario, que se inserta
dentro de la tradición neovanguardista latinoamericana, representa un punto de
inflexión en la obra del autor: más sombrío, más desesperado, más visceral. Es,
ante todo, una escritura del límite —de la lengua, del cuerpo, del pensamiento—
que pone en escena una subjetividad escindida, en constante enfrentamiento con
la historia, la sociedad y su propio vacío.
Pimentel
hace estallar el lenguaje poético desde adentro. No busca embellecer ni elevar
el verbo; por el contrario, lo arrastra hacia lo informe, lo precario, lo
abyecto. El título mismo —En el hocico de la niebla— sugiere una visión
animal, confusa y alucinada del mundo. La niebla, recurrente imagen en la
poesía peruana (valga recordar a Eguren o Vallejo), ya no representa una
atmósfera melancólica o introspectiva; aquí se transforma en una entidad
hostil, ciega, devoradora. El hocico, por su parte, alude al cuerpo bestial del
lenguaje, al lugar donde la palabra se quiebra, gruñe, escupe.
En
cuanto a la forma, el poema corto y poco característico en sus libros anteriores
—estructura dominante en el libro— permite una respiración agónica, a ratos
frenética, que se sostiene a través de enumeraciones caóticas, imágenes de alto
voltaje simbólico y saltos sintácticos que desarticulan la gramática
convencional. El resultado es un discurso poético que se desliza —no sin
violencia— entre la denuncia política, la desolación existencial y la profecía
apocalíptica.
Uno
de los ejes temáticos más contundentes del libro es la representación del
cuerpo como territorio de fractura y contaminación. A diferencia de otros
autores de la tradición peruana que tematizaron el cuerpo desde la nostalgia o
la mística, Pimentel lo muestra herido, degradado, en proceso de putrefacción.
Este cuerpo no es solo físico, sino también simbólico: es el cuerpo social, el
cuerpo político de un país desgarrado por la violencia, la injusticia y la
desesperanza.
La
ciudad —Lima, pero también cualquier urbe latinoamericana— aparece como un
espacio de ruina y delirio. No hay en estas páginas una mirada idealizada sobre
lo popular o lo marginal; lo que se observa es una cartografía del desastre:
calles infectadas, muchedumbres fantasmas, paredes que “escupen sangre”. La
palabra poética se convierte, en este contexto, en un instrumento de denuncia,
pero también de resistencia: un cuchillo, un vómito, una plegaria disonante.
En
términos políticos, el libro debe leerse como una crítica radical a la
institucionalidad, al discurso de poder y a las ideologías de salvación.
Publicado a inicios del año dos mil —en medio de una desesperanza hacia el
nuevo milenio—, En el hocico de la niebla se distancia de toda retórica
revolucionaria simplificadora. No hay en él esperanza ni redención: solo el
testimonio de un sujeto que observa el derrumbe y lo canta con una rabia
lúcida, casi sagrada.
A
nivel filosófico, el poemario plantea una meditación oscura sobre el tiempo y
la muerte. Pimentel no propone una metafísica ni una teología del sufrimiento;
más bien, construye una mística negativa —cercana
por momentos a la desesperación nietzscheana o al sinsentido beckettiano— en la
que el sujeto poético se funde con la entropía del mundo. El lenguaje,
entonces, ya no sirve para comunicar —por ello, la brevedad y el lenguaje
directo y fracturado—; sirve para exponer la cisura, para registrar el ruido, para
habitar la caída.
Los
poemas avanzan —o se derrumban— como una alucinación febril. Hay voces
múltiples, disonancias, letanías que se repiten como mantras distorsionados. El
yo lírico, lejos de ser una identidad fija, es un punto de fuga, una grieta por
donde se filtra la violencia del entorno. En ese sentido, el libro dialoga
tanto con la tradición maldita europea (Rimbaud, Artaud) como con la estética
barroca latinoamericana, entendida no como exceso decorativo, sino como
explosión formal ante lo informe de la realidad.
Debo
concluir mi comentario afirmando que En el hocico de la niebla no es un
libro cómodo ni complaciente. Es, más bien, una experiencia poética al límite
—de la razón, del lenguaje, de la sensibilidad— que exige del lector una
disposición radical: escuchar el gemido de la lengua, sentir la herida del
mundo. Jorge Pimentel, con este poemario, confirma su lugar como uno de los
poetas más incómodos y necesarios del Perú contemporáneo. Su escritura no
consuela; perturba. No construye; dinamita. Pero en ese gesto destructivo,
revela una ética: la del que no se resigna al silencio, la del que, aun
aullando desde la niebla, insiste en nombrar lo innombrable.
Puntuación: Bueno
Presentación: Bueno
Género:
Poesía
Leído: 18
de mayo de 2025
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