miércoles, 25 de junio de 2025

En el hocico de la niebla

 


Jorge Pimentel (Lima, 1944), figura central del movimiento Hora Zero y una de las voces más radicales y provocadoras de la poesía peruana contemporánea, despliega En el hocico de la niebla (Colección El Mirador, 2007) un arte poético que desafía toda convención estética e ideológica. Este poemario, que se inserta dentro de la tradición neovanguardista latinoamericana, representa un punto de inflexión en la obra del autor: más sombrío, más desesperado, más visceral. Es, ante todo, una escritura del límite —de la lengua, del cuerpo, del pensamiento— que pone en escena una subjetividad escindida, en constante enfrentamiento con la historia, la sociedad y su propio vacío.

Pimentel hace estallar el lenguaje poético desde adentro. No busca embellecer ni elevar el verbo; por el contrario, lo arrastra hacia lo informe, lo precario, lo abyecto. El título mismo —En el hocico de la niebla— sugiere una visión animal, confusa y alucinada del mundo. La niebla, recurrente imagen en la poesía peruana (valga recordar a Eguren o Vallejo), ya no representa una atmósfera melancólica o introspectiva; aquí se transforma en una entidad hostil, ciega, devoradora. El hocico, por su parte, alude al cuerpo bestial del lenguaje, al lugar donde la palabra se quiebra, gruñe, escupe.

En cuanto a la forma, el poema corto y poco característico en sus libros anteriores —estructura dominante en el libro— permite una respiración agónica, a ratos frenética, que se sostiene a través de enumeraciones caóticas, imágenes de alto voltaje simbólico y saltos sintácticos que desarticulan la gramática convencional. El resultado es un discurso poético que se desliza —no sin violencia— entre la denuncia política, la desolación existencial y la profecía apocalíptica.

Uno de los ejes temáticos más contundentes del libro es la representación del cuerpo como territorio de fractura y contaminación. A diferencia de otros autores de la tradición peruana que tematizaron el cuerpo desde la nostalgia o la mística, Pimentel lo muestra herido, degradado, en proceso de putrefacción. Este cuerpo no es solo físico, sino también simbólico: es el cuerpo social, el cuerpo político de un país desgarrado por la violencia, la injusticia y la desesperanza.

La ciudad —Lima, pero también cualquier urbe latinoamericana— aparece como un espacio de ruina y delirio. No hay en estas páginas una mirada idealizada sobre lo popular o lo marginal; lo que se observa es una cartografía del desastre: calles infectadas, muchedumbres fantasmas, paredes que “escupen sangre”. La palabra poética se convierte, en este contexto, en un instrumento de denuncia, pero también de resistencia: un cuchillo, un vómito, una plegaria disonante.

En términos políticos, el libro debe leerse como una crítica radical a la institucionalidad, al discurso de poder y a las ideologías de salvación. Publicado a inicios del año dos mil —en medio de una desesperanza hacia el nuevo milenio—, En el hocico de la niebla se distancia de toda retórica revolucionaria simplificadora. No hay en él esperanza ni redención: solo el testimonio de un sujeto que observa el derrumbe y lo canta con una rabia lúcida, casi sagrada.

A nivel filosófico, el poemario plantea una meditación oscura sobre el tiempo y la muerte. Pimentel no propone una metafísica ni una teología del sufrimiento; más bien, construye una mística negativa cercana por momentos a la desesperación nietzscheana o al sinsentido beckettiano— en la que el sujeto poético se funde con la entropía del mundo. El lenguaje, entonces, ya no sirve para comunicar —por ello, la brevedad y el lenguaje directo y fracturado—; sirve para exponer la cisura, para registrar el ruido, para habitar la caída.

Los poemas avanzan —o se derrumban— como una alucinación febril. Hay voces múltiples, disonancias, letanías que se repiten como mantras distorsionados. El yo lírico, lejos de ser una identidad fija, es un punto de fuga, una grieta por donde se filtra la violencia del entorno. En ese sentido, el libro dialoga tanto con la tradición maldita europea (Rimbaud, Artaud) como con la estética barroca latinoamericana, entendida no como exceso decorativo, sino como explosión formal ante lo informe de la realidad.

Debo concluir mi comentario afirmando que En el hocico de la niebla no es un libro cómodo ni complaciente. Es, más bien, una experiencia poética al límite —de la razón, del lenguaje, de la sensibilidad— que exige del lector una disposición radical: escuchar el gemido de la lengua, sentir la herida del mundo. Jorge Pimentel, con este poemario, confirma su lugar como uno de los poetas más incómodos y necesarios del Perú contemporáneo. Su escritura no consuela; perturba. No construye; dinamita. Pero en ese gesto destructivo, revela una ética: la del que no se resigna al silencio, la del que, aun aullando desde la niebla, insiste en nombrar lo innombrable.

Puntuación: Bueno

Presentación: Bueno

Género: Poesía

Leído: 18 de mayo de 2025

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