martes, 24 de junio de 2025


Estudio sobre la acción y la pasión (Libros del Macho Cabrio, 1987) de Oswaldo Chavone (Arequipa, 1953) constituye una propuesta poética que tensiona los límites entre el lenguaje lírico y la reflexión filosófica, donde el título no solo delimita un marco conceptual —casi científico—, sino que opera como una declaración de intenciones: no se trata de una poesía entregada a la pura emotividad, sino de una indagación sistemática, casi experimental, sobre las posibilidades del acto, del gesto y del sujeto en el espacio simbólico de la palabra.

Desde sus primeros versos, Chavone establece una relación rigurosa con el lenguaje. Su escritura —depurada, precisa, casi quirúrgica— rechaza la ornamentación y se instala en una economía expresiva que recuerda ciertos postulados del objetivismo norteamericano, pero con una inflexión profundamente latinoamericana. La puntuación —empleada con un rigor casi matemático— organiza un ritmo contenido, medido, que impide el desborde pasional sin anular, por ello, la intensidad afectiva que subyace. Es decir, la emoción está, pero sometida a una geometría del pensamiento.

En este sentido, el uso de los signos de puntuación cumple una función estructural —más que meramente sintáctica—: la coma fragmenta el discurso para introducir matices; el punto y coma articula unidades de pensamiento que se expanden sin romper la coherencia; los dos puntos funcionan como umbrales que introducen revelaciones o giros conceptuales; y el guion largo aparece, ocasionalmente, para abrir espacios de digresión o de ironía contenida. Esta construcción meticulosa contribuye a una atmósfera de contención reflexiva, en la que cada palabra parece sopesada, medida, interrogada antes de ser inscrita en la página.

Por otro lado, a propuesta poética gira en torno a un eje temático que lo atraviesa de principio a fin: el acto. No como acontecimiento espectacular, sino como gesto mínimo, cotidiano, incluso imperceptible. Chavone se pregunta —sin enunciarlo directamente, pero dejando que el poema lo sugiera— qué es actuar en un mundo saturado de discursos y simulacros. Así, la acción se convierte en un problema ontológico: ¿es posible un acto auténtico? ¿Puede el sujeto escapar del automatismo, del reflejo, del condicionamiento?

Esta tensión se encarna en una poética del fragmento y del silencio: los poemas, en su mayoría breves, no buscan clausurar el sentido, sino dejarlo abierto, como si la acción misma no pudiera ser completamente representada. En este marco, el poema no afirma —interroga—. Y esta interrogación no se articula desde la retórica tradicional de la pregunta, sino desde la disposición misma del lenguaje: cortes, repeticiones, desplazamientos semánticos, quiebres sintácticos. Todo en Estudio sobre la acción y la pasión apunta a desmontar la idea de que el poema es un producto acabado. Más bien, es una operación en curso —un estudio, en efecto— sobre el modo en que la palabra se aproxima, se aleja, roza o fracasa ante la acción.

A diferencia de cierta poesía contemporánea que explora lo íntimo desde la confesión directa, Chavone trabaja con una subjetividad desplazada, casi ausente. El “yo” que aparece en estos textos no es un centro unificado, sino un dispositivo en constante descomposición: no habla, sino que es hablado; no decide, sino que se interroga. Esta estrategia permite que el poemario funcione como una crítica a las formas convencionales de representación del sujeto lírico, a la vez que introduce una ética de la incertidumbre.

La mirada crítica —si bien no panfletaria— está presente en cada página, sobre todo en su desconfianza hacia los grandes relatos, los automatismos de la percepción, los discursos que organizan lo real. En este sentido, el poemario dialoga con la filosofía contemporánea —particularmente con el pensamiento posfundacional—, sin dejar de inscribirse en una tradición poética que, desde César Vallejo hasta Blanca Varela, ha hecho del desajuste entre lenguaje y mundo un territorio fértil para la exploración estética.

En suma, Estudio sobre la acción y la pasión es un poemario exigente, de lectura pausada y reflexión sostenida. Su propuesta estética —más cercana a la escritura ensayística que a la lírica emocional— subvierte las expectativas del lector contemporáneo, habituado al efectismo o la inmediatez. Chavone propone, en cambio, una poesía que piensa, que duda, que se interrumpe; una poesía que no busca respuestas, sino que intensifica las preguntas. En tiempos donde la aceleración domina todos los órdenes de la vida, este libro invita —y exige— una lectura lenta, como si cada verso fuera un acto en sí mismo: frágil, inestable, pero decisivo.

Puntuación: Bueno

Presentación: Bueno

Género: Poesía

Leído: 22 de mayo de 2025

 

Hijo de Jesús


Hijo de Jesús (Random House Mondadori, 1992) de Denis Johnson (1 de julio de 1949 - 24 de mayo de 2017) construye una obra profundamente inquietante que se inscribe en la tradición de la narrativa norteamericana marginal, evocando la sensibilidad de autores como Raymond Carver y Charles Bukowski, pero con un lirismo más sombrío y perturbador. El libro —una colección de relatos interconectados narrados por un mismo protagonista, conocido solo como Fuckhead— presenta una visión descarnada de los márgenes de la sociedad estadounidense, con personajes atrapados en la espiral del alcoholismo, la drogadicción y la desesperanza existencial. No obstante, lo que hace de esta obra una pieza singular es la manera en que Johnson logra extraer belleza —una belleza trágica, ambigua, a veces hasta redentora— de ese paisaje humano devastado.

A pesar de estar compuesto por cuentos independientes, Hijo de Jesús puede leerse como una novela de aprendizaje invertida —una bildungsroman degradada— en la que la supuesta evolución del personaje principal no conduce a la madurez, sino a una forma paradójica de comprensión del dolor, el absurdo y la fragilidad humana. Los relatos están narrados con una lógica episódica, casi onírica, que diluye las fronteras entre la realidad, el delirio y la alucinación inducida por las drogas. Este desdibujamiento narrativo, lejos de ser un defecto, se convierte en el principal recurso estilístico para representar el estado mental del narrador: fragmentado, confuso, pero profundamente perceptivo en lo emocional.

Johnson escribe con un estilo que oscila entre lo coloquial y lo poético —una prosa cargada de imágenes potentes, frases que parecen emerger del subconsciente, y una economía verbal que recuerda al minimalismo, aunque con destellos de misticismo caótico. Las frases no siguen siempre una lógica lineal; en ocasiones, irrumpen con fuerza disruptiva: “Y me di cuenta de que me había vuelto loco, y que estaba mentalmente enfermo, y que me había metido en un estado en que mi corazón estaba roto”. Esta forma de narrar —aparentemente caótica pero cuidadosamente calibrada— reproduce el flujo interior del pensamiento en crisis, evocando al mismo tiempo el lirismo del alma en ruina y una visión casi bíblica del sufrimiento humano.

Po otro lado, uno de los temas recurrentes en el libro es la redención —o, más bien, su imposibilidad. El título mismo, Hijo de Jesús, sugiere una ironía teológica: el narrador, lejos de ser un modelo de virtud cristiana, es un testigo fallido, un apóstol desviado que transita por un mundo en el que la fe ha sido reemplazada por la necesidad inmediata de alivio —sea este químico, afectivo o ilusorio. Sin embargo, Johnson introduce momentos de gracia —breves, ambiguos, pero profundamente humanos— que permiten vislumbrar la posibilidad de redención no como una certeza metafísica, sino como un gesto mínimo: un acto de bondad, un recuerdo luminoso, una mirada sincera entre dos seres perdidos.

En su conjunto, el libro puede leerse también como una crítica subterránea a la América de los excluidos: vagabundos, adictos, criminales menores y almas errantes que viven al margen de un sistema indiferente. Johnson no emite juicios morales explícitos; sin embargo, su mirada es profundamente ética: hay en su escritura una compasión que no idealiza ni romantiza la marginalidad, pero que la reconoce como parte constitutiva del drama humano. En este sentido, Hijo de Jesús puede ser entendido como un evangelio apócrifo del fracaso moderno: una serie de parábolas rotas donde el amor, la pérdida y el sufrimiento conforman la única liturgia posible.

Concluyo con afirmar que Hijo de Jesús es una obra que conmueve por su brutal honestidad y por su capacidad de encontrar belleza en lo abyecto. Denis Johnson ofrece una visión poética del infierno cotidiano —una poética de la ruina, si se quiere— que desafía tanto al lector como a las convenciones del relato corto. Lejos de ofrecer respuestas o moralejas, el libro deja una estela de incertidumbre espiritual y emocional que lo convierte en una de las obras más singulares y conmovedoras de la literatura norteamericana contemporánea. El lector —como el narrador— no termina redimido, pero sí transformado por el contacto con lo humano en su forma más desnuda y esencial.

Presentación: Bueno

Puntuación: Bueno

Género: Cuentos

Leído: 5 de mayo del 2025